En agosto de 1833 encabezó un levantamiento y enarboló la bandera Argentina en Las Malvinas
El 10 de junio de 1829, el gobernador delegado Martín Rodríguez creó la Comandancia política y militar de la isla Soledad -la de mayor superficie de las dos islas Malvinas– y designó al frente al comerciante alemán nacionalizado argentino Luis Vernet.

El documento original del nombramiento de Luis Vernet como comandante de las islas Malvinas en 1829 (Archivo General de la Nación)
Vernet llevó adelante una activa comandancia: construyó viviendas, levantó un relevamiento topográfico, montó un saladero de pescado y carne, una curtiembre y construyó la goleta Aguila.
También propuso poblar las islas con inmigrantes europeos, fundamentalmente ingleses y norteamericanos. Motivado por la invitación del gobierno argentino y la promesa de Vernet de tierras y total libertad de comercio en las islas, el jefe de la estación naval británica en América del Sur, con sede en Río de Janeiro, sir Thomas Baker, impartió la orden y el 2 de enero de 1833 se presentó en Malvinas con la corbeta inglesa Clío, al mando del capitán John James Onslow.
Un secretario de Vernet, el escocés Mateo Brisbane, llegó a Malvinas el 3 de marzo y decidió ponerse al servicio de los ingleses.
Fuente: El Revisionista
Obtuvo la confianza de los invasores y mantuvo como colaboradores a Juan Simón, un francés que trabajaba como capataz desde la época del primer gobierno patrio, y al despensero de las islas, el irlandés William Dickson.
Tanto el francés como el irlandés explotaban y maltrataban a los peones: les prohibieron faenar ganado y pretendieron pagarles sus magros jornales con vales que no eran aceptados en la despensa de Dickson, la única de las islas.
La situación se fue tornando desesperante para los peones, que no se quedaron con los brazos cruzados.
El gaucho Antonio Rivero, líder de la rebelión contra los ingleses
El 26 de agosto de 1833 estalló la rebelión. Al frente se puso el gaucho entrerriano Antonio Rivero. Lo siguieron José María Luna, Juan Brasido, Luciano Flores, Manuel Godoy, Felipe Salazar, Manuel González y Latorre.
En pocas horas terminaron con las vidas de Brisbane, Dickson, Simón y todos los extranjeros y enarbolaron nuevamente la bandera argentina.
Así se mantuvieron por cinco meses, mientras esperaban que Buenos Aires enviara una expedición para ayudarlos, que nunca llegó.
Los que sí llegaron fueron los ingleses. Fue el 7 de enero de 1834. A bordo de la fragata Challenger, arribó el teniente Henry Smith para asumir como gobernador británico en las islas.
Rivero y sus hombres resistieron durante dos meses, hasta que fueron capturados el 18 de marzo y enviados a Londres para ser juzgados. Finalmente el tribunal de Su Majestad le encomendó al Almirantazgo que los devuelva a Montevideo, a donde llegaron a mediados de 1835.
Según José María Rosa, Antonio Rivero murió heroicamente el 20 de noviembre de 1845 enfrentando la flota anglo-francesa en el combate de la Vuelta de Obligado, que hoy se conmemora como del día de la soberanía nacional.
Nuestros gauchos y hasta los indios de las islas que fueron asesinados por Vernet por interferir en sus objetivos de poblar con europeos las islas, tenían algo más valioso que la genética y la cultura de europa, identidad nacional. Valor que aún hoy día hace falta en Argentina. La identidad Nacional como alguna vez dijo Dolina funciona con la mecánica del corazón. «No soy hijo de Einstein pero no lo cambiaría por mi padre». Así funciona el sentimiento de nacionalidad. No es Estados Unidos ni Europa, somos nosotros, nuestra tierra. Y saber que hasta el más pobre indio tiene ese valor que no existe en ninguna parte del mundo: el amor a la patria. Luis Vernet, arrepentido, intento sumarse a la cruzada de Rivero pero ya era demasiado tarde. La insignia británica arriada por los traidores a la patria ondeaba bajo el cielo argentino. A partir de entonces el dolor y la muerte deambulan como ánimas por Malvinas. Se irán con el viento del norte cuando una bandera con los colores del cielo vuelva a flamear allí donde la historia jamás termina…