
La historia de Felicitas Guerrero de Alzada, aquella dama de la Alta Sociedad vÍctima del primer hecho de sangre mediatizado que escandalizó a la Argentina poscolonial y que hoy llamaríamos femicidio quedó plasmado en todas las gacetillas y diarios mas importantes, no solo de nuestro país sino de toda Sudamérica, sin lugar a dudas la historia de Felicitas Guerrero de Alzaga cruzó las fronteras del espacio y del tiempo.
Hubo otro protagonista en aquella historia, uno que fue olvidado por mucho tiempo, es hora de que sepamos quién fue Cristian Demaría.
¿Quién fue Cristian Demaría?
Primo de Felicitas Guerrero, criado en el mismo ámbito familiar, compartió juegos con quien se conoció como la mujer más hermosa de la República, al decir de Guido Spano. Fue más que primo, fue amigo y confidente. Algunos escritores, como la afamada Ana María Cabrera, escribieron sobre él y su vida, Cristian Demaría fue defensor de los derechos de la mujer en una época en la que el tema era tabú.
La mujer, relegada al ámbito doméstico, era casi considerada un objeto personal de la familia, usada como “moneda de intercambio en matrimonios convenientes” y con los derechos civiles cercenados hasta límites hoy intolerables. La mujer era perla pero no podía ser salir de la ostra, y esa ostra era la familia, la sociedad en la que vivía, totalmente encorsetada en estándares opresores. Las mujeres provenientes de familias adineradas, si bien tenían vidas de viajes, grandes mansiones y placeres, no tenían siquiera la posibilidad de opciones básicas en cuanto a sus parejas o economía, las decisiones mas simples eran sometidas al plebiscito familiar y el “pater familis” era quien decidía el destino de cada uno de los miembros de esa familia, en especial de las mujeres.
El primer hombre en Argentina defensor de los derechos de la mujer fue Cristian Demaría, argentino. En 1875, expuso en su tesis doctoral “La condición Civil de la Mujer” la realidad de su tiempo y comenzó una lucha inclaudicable a favor de la dignidad femenina.
En su tesis doctoral expuso un amplio alegato sobre la vida de la mujer de aquella época, poniendo en el tapete por primera vez la necesidad de dictar leyes que revirtieran el sojuzgamiento social y familiar de la mujer.
Fue la muerte tan injusta de su amada prima quien lo impulsó a tomar la decisión de exponer la realidad de la mujer argentina en su tesis doctoral, hubo voces que le dijeron que no lo hiciera, que los profesores quizás no apoyarían su postura innovadora, que no era conveniente que entrara en controversias con la sociedad y el decanato de la Universidad de Buenos Aires y la sociedad toda, ingresando en un punto álgido de debate sobre los cambios necesarios para revertir el status de la mujer; Cristian Demaría habló con todos para poder exponer sobre la temática y los convenció con vehemencia. Su tesis debía ser esa y no otra.
Asi fue como de alguna manera dejó explicito un homenaje rotundo a su prima Felicitas Guerrero de Alzaga y plantó una semilla para la lucha feminista del siguiente siglo, donde todos aquellos derechos finalmente llegarían al código civil argentino.
Señores Catedráticos:
Me propongo estudiar la condición en que nuestras leyes civiles colocan a la mujer, es decir, los derechos que le imponen y demostrar por su examen que, encerrando su círculo de acción entre los estrechos limites, impiden el libre ejercicio de sus facultades, atentan a su libertad, que no está en el poder humanos menoscabar, sin faltar a los principios absolutos e inmutables de justicia, y son una rémora para su perfeccionamiento, lo que redunda en perjuicio de la humanidad entera pues la aniquilación o el mutilamiento de una de las partes componentes, importa siempre una perturbación en el orden armónico del todo.
La mujer, juzgada unas veces con el más despreciativo desdén, y otras, con la más exagerada admiración, ha sido considerada por unos como dotada de cualidades superiores al hombre, y por otros como un ser de limitada inteligencia, incapaz de concebir un pensamiento serio y, por lo tanto, indigno de llenar un notable destino…
Pedro Goyena escuchaba atentamente aquella mañana, la disertación era inusual para una tesis doctoral.
Tan naturalizada en la mente de Demaría esos argumentos y tan extraños los mismos para los oídos de los terceros. Cristian sabia que todo tenia que cambiar inevitablemente y que sus palabras necesitaban ser escuchadas, aunque aún no comprendidas.
Siguió diciendo…
De donde proviene esta injusta contradicción. El marido ha exigido plenos poderes de la ley, se ha privado a la mujer de todos los atributos con que Dios quiso dotarla, para establecer una odiosa servidumbre, el marido puede llenar de rejas sus ventanas y de cerrojos sus puertas, convirtiéndose en el Don Bartolo de Beaumarchais, pero he aquí que aparece la comedia y su ridículo. Cuantas más llaves lleva el cinto, cuanto mayores han sido los derechos de que se le ha investido, tanto más es aplaudida la evasión, se ridiculiza al marido como al carcelero y se le inspira el mismo interés que excita a la víctima, a quien se aprisiona y oprime…”.
Que un hombre del siglo XIX hablara así de la condición civil y familiar de la mujer era realmente innovador, casi revolucionario.
Pedro Goyena y los demás profesores seguían escuchando, casi absortos EN esa alocución tan extraña en boca de un hombre.
Demaría continuaba:
Si queremos que caiga la mujer culpable en el desprecio público que se merece y coloca al marido en su puesto de hombre de bien engañado, si queremos que desaparezca de las costumbres esa preocupación que pone nuestro honor en otra persona distinta de la nuestra, demos a la esposa INDEPENDENCIA y esta iniquidad desaparecerá enseguida. Demos su independencia a la mujer para darle así la responsabilidad de sus faltas, redúzcase la omnipotencia del marido a sus verdaderos limites, si queremos purificar al matrimonio y elevarlo a su verdadera altura. Solo así estableceremos para ambos los legítimos principios de libertad, es decir, el reinado de la JUSTICIA.
El Dr. Jose Estrada estaba allí, todos sabían que el final de la tesis se precipitaba.
El Jurado examinador escuchó los últimos párrafos y no dudaron todos en aplaudir con una mezcla de incertidumbre, perplejidad, estupor y sorpresa que invadió a todos los presentes, sin lugar a dudas, el cambio se había producido, pero ninguno de los presentes lo sabía, excepto CRISTIAN DEMARÍA . Era el principio de un cambio cultural, social, político y jurídico que comenzaría en las últimas décadas del siglo XIX para prolongarse por todo el siglo XX en arduas contiendas en diferentes ámbitos.
La sociedad toda se preparaba para las nuevas leyes que finalmente incluirían a la mujer plenamente en la vida social, política y cultural de nuestro país, con un status de igualdad en el que aún estamos bregando.
Cristian Demaría respiró profundo, ya era abogado, y mirando hacia arriba con su mente nublada de imágenes del pasado imaginó a Felicitas en el auditorio aplaudiendo con una espléndida sonrisa, orgullosa de su alocución encendida, y la recordó una vez más, como en aquellas tardes de primavera que habían compartido juntos en el Salado o en la casa de Barracas
Se dijo en voz baja…
Felicitas, esto es por vos… esto es por TODAS.
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