Entonces se ignoran, mientras sus sombras se miran
ANA BAHENA
Cuentan antiguas leyendas que una comadrona africana le habìa hecho un «trocavidas» y su alma podrìa elegir el cuerpo, el momento y el lugar donde continuar su destino. Acaso por esa razòn los mèdicos no encontraron un diagnòstico para su defunciòn y aùn hoy sigue siendo un misterio. El restaurador la llorò desconsoladamente. Cuentan que pasò dìas y noches junto a su cuerpo sin vida invocando una respuesta. El la sentìa en el aire, movièndose de un lado y a otro; con cierta preocupaciòn y dulzura al mismo tiempo; de a ratos, algo invisible lo abrazaba y a lo lejos, como en una dimensiòn fuera del tiempo, la voz de una mujer se quebraba en llanto.
«A nadie amo tanto» Escribiò su sobrino, Lucio V Mansilla.
Sus exequias fueron espectaculares. Más de 25 mil personas, en ese entonces habitaban unas 60 mil la Ciudad de Buenos Aires, acompañaron la procesión que dejó el ataúd de doña Encarnación en la cripta de la Iglesia de San Francisco.
Monseñor Medrano y el obispo Escalada precedieron el cortejo seguido por el clero y las autoridades del Gobierno y el ejército. Los miembros del cuerpo diplomático izaron la bandera de sus delegaciones a media asta. El luto oficial duró 2 años, y más de 180 misas se rezaron en su recuerdo. Jamás se había visto algo asi en la Ciudad.

En 1912 la parroquia de Balvanera (hoy conocida como de San Expedito) fue consagrada a la memoria de esta heroína de la Federación. Fue entonces cuando algunos leales partidarios federales comenzaron a referirse a ella como santa, aunque para sus enemigos seguía siendo “la mulata Toribia”. Su cadáver fue trasladado, en el mayor de los secretos, a la bóveda Terrero pocos días antes de la batalla de Caseros.
Años más tarde, en 1925, la familia Ortiz de Rosas decidió trasladar a su pariente politico a la bóveda familiar. Pensaban que su cuerpo había vuelto al polvo primigenio. La sorpresa de los presentes fue grande cuando, al abrirse el féretro, se constató que estaba incorrupto, y vestía el hábito de la hermandad de Santo Domingo con el que había sido amortajada, siguiendo las costumbres de la época que solían vestir a sus muertos con hábitos de monjes con fama de santos para facilitar su ingreso al Reino del Señor.
Todo estaba incólume en el ataúd de doña Encarnación, hasta las flores que Don Juan Manuel había entregado a su amada esposa. El obispo Marcos Ezcurra, presente en la exhumación, dijo: “parece dormida”.
Muerta y viva, detenida en el tiempo, hasta con un tenue color en las mejillas. La mujer fuerte, la mano de hierro de la Repùblica, justa y solidaria, responsable tambièn de varios fusilamientos de opositores al regimen: Olazábal, Iriarte, Ugarteche y Viamonte fueron algunas de sus víctimas.
El pelo habìa crecido y escapaba por uno de los bordes del ataud y saltò de inmediato al golpe de la piocha. El silencio y el espanto parecieron abrir una especie de portal que podìa sentirse en cada instersticio de aquella escena. Apenas perceptible para algunos una sonrisa de otro mundo se abriò paso entre el mutismo y la màgica sorpresa de la muerte vencida.

Corrìa el año 1925. En ese mismo instante, a cientos de kilòmetros, una pequeña niña de Los Toldos sufrìa una convulsiòn que la postrò durante dìas. Cuando despertò sus ojos miraban diferente y habìa un fuego de rabia que se encendìa luego de un siglo de esperar entre las sombras. Su nombre era Eva Duarte.
Nuevamente la muerte repitió el mismo vicio de olvidar el tiempo, como respetando un secreto pacto del pasado, esta vez por el arte del Dr Ara y un eterno peregrinar por el mundo le dieron finalmente a la elegida el acceso a la eternidad.
Cuenta la misma leyenda que durante los dias y noches que Rosas y el cuerpo yerto de Encarnaciòn permanecieron a solas, prometieron volverse a encontrar en otra vida y seguir su cruzada de dirigir los caminos de la patria.

El regreso de la divisa punzo

El jovèn teniente Peròn era un ferviente rosista. Dice Peròn en una de sus cartas a sus padres «Rosas…fue el màs grande argentino de esos años y el mejor diplomàtico de su època» » A veces es como que me vienen recuerdos de esos tiempos y me veo a mi mismo como Rosas y resulta difìcil poder discernir la realidad del sueño. La noche me lleva hacia el pasado y no puedo escapar». Gradualmente, y a partir de su ascenso a la presidencia se dedico a denostar a Rivadavia, gran enemigo de San Martìn, y a travès del revisionismo històrico reivindicar la figura del restaurador de las leyes.

Cuando conociò a Eva fue como si un rìo de tiempo lo sumergiera en un amor ancestral. Se reconocieron las almas, aùn sin la memoria del pasado, y una vez màs, ante la muerte vencida, caminaron juntos por la eternidad…

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